Desde que existe la humanidad, ésta ha buscado el refugio. El sol y la lluvia siempre han estado ahí, por lo que siempre se ha lidiado con ambas cosas a través de distintas invenciones: paraguas, toldos, jaimas, etc.

En muchas ciudades españolas es habitual encontrar calles o plazas engalanadas con grandes toldos para los meses de verano o en ocasiones especiales. Colocar y retirar anualmente estas estructuras supone un elevado coste para las arcas de los municipios además de, al permanecer durante meses a la interperie, son proclives a la suciedad. No es menos importante comentar el daño visual que causan y la necesidad, en muchos casos, de intervenir sobre fachadas históricas.

Esto podría parecer algo trivial, pero cada vez más es más habitual quejas de la ciudadanía sobre las denominadas “plazas duras” ya que, ante la imposibilidad de colocar árboles sobre terrenos cuyo subsuelo está ocupado por estaciones de metro, túneles o aparcamientos, nos encontramos con espacios públicos sin ningún tipo de sombra o protección.

Sobre esta premisa, se diseña un sistema de toldos extensibles que, imitando la forma de una hoja y la estructura de los murciélagos, son capaces de formar “bosques urbanos”. Estos serían unos espacios de protección contra la luz y la lluvia, pero también ante el ruido y el estrés de las grandes ciudades. Este sistema puede replegarse para evitar el impacto visual y prevenir el desgaste, conservando un uso como farola y, gracias a su material reflectante, integrarse en el paisaje.

BOCETOS
Realizado durante el Máster de Diseño de la Universidad Complutense de Madrid.

Back to Top